TODOS DEBEMOS TENER NUESTRO RINCÓN DE PENSAMIENTO

martes, 1 de febrero de 2011

7. LA LEY DEL "DHARMA" O PROPÓSITO EN LA VIDA

Todo el mundo tiene un propósito en la vida... un don único o talento especial para ofrecer a los demás. Y cuando combinamos ese talento único con el servicio a los demás, experimentamos el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu, que es la meta última de todas las metas.



La séptima ley espiritual del éxito es la ley del dharma. "Dharma" es un vocablo sánscrito que significa "propósito en la vida". Esta ley dice que nos hemos manifestado en forma física para cumplir un propósito. El campo de la potenciali­dad pura es la divinidad en su esencia, y la divini­dad adopta la forma humana para cumplir un pro­pósito.
De acuerdo con esta ley, cada uno de nosotros tiene un talento único y una manera única de expresarlo. Hay una cosa que cada individuo pue­de hacer mejor que cualquier otro en todo el mundo - y por cada talento único y por cada expre­sión única de dicho talento, también existen unas necesidades únicas. Cuando estas necesidades se unen con la expresión creativa de nuestro talen­to, se produce la chispa que crea la abundancia. El expresar nuestros talentos para satisfacer ne­cesidades, crea riqueza y abundancia sin límites.
Si pudiéramos enseñarles a los niños desde el principio esta manera de pensar, veríamos el efec­to que esto tendría en su vida. En realidad, yo lo hice con mis hijos. Les dije una y otra vez que había una razón para que ellos estuvieran aquí, y que ellos debían descubrir esa razón por sí mis­mos. Eso fue algo que oyeron desde los cuatro años. También les enseñé a meditar cuando tenían aproximadamente esa edad, y les dije: "No quie­ro que se preocupen, nunca, por ganarse la vida. Si cuando sean mayores no pueden ganarse la vida, yo les daré lo necesario, de manera que no se pre­ocupen por eso. No quiero que se concentren en ser los mejores de la escuela, en obtener las mejo­res notas o en ir a la mejor universidad. En lo que realmente quiero que se concentren es en pre­guntarse a sí mismos cómo pueden servir a la hu­manidad y cuáles son sus talentos únicos. Porque cada uno de ustedes tiene un talento único que nadie más tiene, y una manera especial de expresarlo, que tampoco tiene nadie más". Mis hijos acabaron estudiando en las mejores escue­las, obteniendo las mejores notas e incluso en la universidad son los únicos que son económica­mente autosuficientes, porque ellos tienen su atención puesta en el propósito por el cual están aquí. Ésta, entonces, es la ley del dharma.

La ley del dharma tiene tres componentes. El primero dice que cada uno de nosotros está aquí para descubrir su verdadero yo, para descubrir por su cuenta que el verdadero yo es espiritual y que somos en esencia seres espirituales que han adop­tado una forma física para manifestarse. No so­mos seres humanos que tienen experiencias espi­rituales ocasionales, sino todo lo contrario: somos seres espirituales que tienen experiencias huma­nas ocasionales.
Cada uno de nosotros está aquí para descubrir su yo superior o su yo espiritual. Esa es la primera forma de cumplir la ley del dharma. Debemos des­cubrir por nuestra cuenta que dentro de nosotros hay un dios en embrión que desea nacer para que podamos expresar nuestra divinidad.
El segundo componente de la ley del dharma es la expresión de nuestro talento único. La ley del dharma dice que todo ser humano tiene un talento único. Cada uno de nosotros tiene un ta­lento tan único en su expresión que no existe otro ser sobre el planeta que tenga ese talento o que lo exprese de esa manera. Eso quiere decir que hay una cosa que podemos hacer, y una manera de hacerlo, que es mejor que la de cualquier otra persona, en este planeta. Cuando estamos desa­rrollando esa actividad, perdemos la noción del tiempo. La expresión de ese talento único - o más de uno, en muchos casos - nos introduce en un estado de conciencia atemporal.
El tercer componente de la ley del dharma es el servicio a la humanidad - servir a los demás se­res humanos y preguntarse: "¿Cómo puedo ayu­dar? ¿Cómo puedo ayudar a todas las personas con quienes tengo contacto?" Cuando combinamos la capacidad de expresar nuestro talento único con el servicio a la humanidad, usamos plenamente la ley del dharma. Y cuando unimos esto al conoci­miento de nuestra propia espiritualidad, el campo de la potencialidad pura, es imposible que no tenga­mos acceso a la abundancia ilimitada, porque ésa es la verdadera manera de lograr la abundancia.
Y no se trata de una abundancia transitoria; ésta es permanente en virtud de nuestro talento único, de nuestra manera de expresarlo y de nues­tro servicio y dedicación a los demás seres huma­nos, que descubrimos preguntando: "¿Cómo pue­do ayudar?", en lugar de: "¿Qué gano yo con eso?"
La pregunta "¿Qué gano yo con eso?" es el diá­logo interno del ego. La pregunta "¿Cómo puedo ayudar?" es el diálogo interno del espíritu. El es­píritu es ese campo de la conciencia en donde experimentamos nuestra universalidad. Con sólo cambiar el diálogo interno y no preguntar "¿Qué gano yo con eso?" sino "¿Cómo puedo ayudar?", automáticamente vamos más allá del ego para en­trar en el campo del espíritu. Y aunque la medita­ción es la manera más fácil de entrar en el campo del espíritu, el simple hecho de cambiar nuestro diálogo interno de esta manera también nos brin­da acceso al espíritu, ese campo de la conciencia donde experimentamos nuestra universalidad.
Si deseamos utilizar al máximo la ley del dharma, es necesario que nos comprometamos a hacer varias cosas:
Primer compromiso: Por medio de la práctica espiritual buscaremos nuestro yo superior, el cual está más allá de nuestro ego.
Segundo compromiso: Descubriremos nuestros talentos únicos, y después de descubrirlos disfru­taremos de la vida, porque el proceso del gozo tie­ne lugar cuando entramos en la conciencia atemporal. En ese momento, estaremos en un es­tado de dicha absoluta.
Tercer compromiso: Nos preguntaremos cuál es la mejor manera en que podemos servir a la huma­nidad. Responderemos esa pregunta, y luego pon­dremos la respuesta en práctica. Utilizaremos nuestros talentos únicos para atender a las nece­sidades de nuestros congéneres los seres huma­nos; combinaremos esas necesidades con nuestro deseo de ayudar y servir a los demás.
Hagamos una lista de nuestras respuestas a es­tas dos preguntas: ¿Qué haría yo si no tuviera que preocuparme por el dinero y si a la vez dispusiera de todo el tiempo y el dinero del mundo? Si de todas maneras quisiéramos seguir haciendo lo que hacemos ahora, es porque estamos en dharma, por­que sentimos pasión por lo que hacemos, porque estamos expresando nuestros talentos únicos. La segunda pregunta es: "¿Cuál es la mejor manera en que puedo servir a la humanidad?" Responda­mos esa pregunta y pongamos la respuesta en prác­tica.
Descubramos nuestra divinidad, encontremos nuestro talento único y sirvamos a la humanidad con él; de esa manera podremos generar toda la riqueza que deseamos. Cuando nuestras expresio­nes creativas concuerden con las necesidades del prójimo, la riqueza pasará espontáneamente de lo inmanifiesto a lo manifiesto, del reino del espíri­tu al mundo de la forma. Comenzaremos a expe­rimentar la vida como una expresión milagrosa de la divinidad - no ocasionalmente, sino a toda hora. Y conoceremos la alegría verdadera y el sig­nificado real del éxito - el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu.

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