TODOS DEBEMOS TENER NUESTRO RINCÓN DE PENSAMIENTO

martes, 1 de febrero de 2011

6. LA LEY DEL DESAPEGO

La sabiduría de la incertidumbre reside en el desapego... en la sabiduría de la incertidumbre reside la liberación del pasado, de lo conocido, que es la prisión del condicionamiento anterior.
Y en nuestro deseo de ir hacia lo desconocido, el campo de todas las posibilidades, nos entregamos a la mente creativa, que orquesta la danza del universo.

La sexta ley espiritual del éxito es la ley del desapego. Esta ley dice que para adquirir cual­quier cosa en el universo físico, debemos renun­ciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro de­seo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado.
Es grande el poder que se deriva de esto. Tan pronto como renunciamos al interés por el resul­tado, combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos conseguir cualquier cosa que deseemos a través del desapego, porque éste se basa en la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en cambio, se basa en el temor y en la inseguridad - y la necesidad de sentir seguridad emana del desconocimiento del verdadero yo.
La fuente de la abundancia, de la riqueza o de cualquier cosa en el mundo físico es el yo; es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada nece­sidad. Todo lo demás es un símbolo: vehículos, casas, cheques, ropa, aviones. Los símbolos son transitorios; llegan y se van. Perseguir símbolos es como contentarse con el mapa en lugar del te­rritorio. Es algo que produce ansiedad y acaba por hacernos sentir vacíos y huecos por dentro, por­que cambiamos el yo por los símbolos del yo.
El apego es producto de la conciencia de la pobreza, porque se interesa siempre por los sím­bolos. El desapego es sinónimo de la conciencia de la riqueza, porque con él viene la libertad para crear. Sólo a partir de un compromiso desprendi­do, podemos tener alegría y felicidad. Entonces,
los símbolos de la riqueza aparecen espontánea­mente y sin esfuerzo. Sin desapego somos prisio­neros del desamparo, la desesperanza, las nece­sidades mundanas, los intereses triviales, la desesperación silenciosa y la gravedad - carac­terísticas distintivas de una existencia mediocre y una conciencia de la pobreza.
La verdadera conciencia de la riqueza es la capacidad de tener todo lo que deseamos, cada vez que lo deseamos, y con un mínimo de esfuer­zo. Para afianzarnos en esta experiencia es nece­sario afianzarnos en la sabiduría de la incertidum­bre. En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear cualquier cosa que deseemos.
La gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo descubriremos que esa bús­queda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego al dinero es una señal de inseguridad. Uno podría decir: "Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero porque entonces tendré inde­pendencia económica y podré jubilarme. Y en­tonces haré todo lo que he querido hacer siempre". Pero eso es algo que nunca sucede - que nunca llega.
Quienes buscan la seguridad la persiguen du­rante toda la vida sin encontrarla jamás. La segu­ridad es evasiva y efímera porque no puede de­pender exclusivamente del dinero. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga en el banco. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.
La búsqueda de la seguridad es una ilusión. Según las antiguas tradiciones de sabiduría, la so­lución de todo este dilema reside en la sabiduría de la inseguridad o la sabiduría de la incertidum­bre. Esto significa que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución -absolutamente ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el estancamiento, el desorden, el caos y la decadencia.
La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desco­nocido es el campo de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas manifestaciones. Sin la in­certidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo una vil repetición de recuerdos gastados. Nos con­vertimos en víctimas del pasado, y nuestro torturador de hoy es el yo que ha quedado de ayer.
Renunciemos a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en lo desconocido, así entraremos en el campo de todas las posibilidades. La sabidu­ría de la incertidumbre jugará un importante pa­pel en nuestro deseo de entrar en lo desconocido. Esto significa que en cada momento de nuestra vida habrá emoción, aventura, misterio; que ex­perimentaremos la alegría de vivir: la magia, la celebración, el júbilo y el regocijo de nuestro pro­pio espíritu.
Cada día podemos buscar la emoción de lo que puede ocurrir en el campo de todas las posibilida­des. Si nos sentimos inseguros, estamos en el ca­mino correcto - no nos demos por vencidos. En realidad no necesitamos tener una idea rígida y completa de lo que haremos la semana próxima o el año próximo, porque si tenemos una idea clara de lo que ha de suceder y nos aferramos rígida­mente a ella, dejaremos por fuera un enorme aba­nico de posibilidades.
Una de las características del campo de todas las posibilidades es la correlación infinita. Este campo puede orquestar una infinidad de sucesos espacio-temporales con el fin de producir el re­sultado esperado. Pero cuando hay apego, la in­tención queda atrapada en una forma de pensar rígida y se pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad inherentes al campo de todas las posibilidades. Cuando nos apegamos a algo, con­gelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que obstaculiza el proceso to­tal de la creación.
La ley del desapego no obstaculiza la ley de la intención y el deseo - la fijación de metas. Siem­pre tenemos la intención de avanzar en una de­terminada dirección, siempre tenemos una meta. Sin embargo, entre el punto A y el punto B hay un número infinito de posibilidades, y si la incer­tidumbre está presente, podremos cambiar de di­rección en cualquier momento si encontramos un ideal superior o algo más emocionante. Al mis­mo tiempo, será menos probable que forcemos las soluciones de los problemas, lo cual hará posible que nos mantengamos atentos a las oportunida­des.
La ley del desapego acelera el proceso total de la evolución. Cuando entendemos esta ley, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas. Cuando forzamos las soluciones, sola­mente creamos nuevos problemas. Pero si fijamos nuestra atención en la incertidumbre y la obser­vamos mientras esperamos ansiosamente a que la solución surja de entre el caos y la confusión, en­tonces surgirá algo fabuloso y emocionante.
Cuando este estado de vigilancia - nuestra preparación en el presente, en el campo de la in­certidumbre - se suma a nuestra meta y a nues­tra intención, nos permite aprovechar la oportu­nidad. ¿Qué es la oportunidad? Es lo que está contenido en cada problema de la vida. Cada pro­blema que se nos presenta en la vida es la semilla de una oportunidad para algún gran beneficio. Una vez que tengamos esta percepción, nos abri­remos a toda una gama de posibilidades - lo cual mantendrá vivos el misterio, el asombro, la emo­ción y la aventura.
Podremos ver cada problema de la vida como la oportunidad de algún gran beneficio. Habién­donos afianzado en la sabiduría de la incertidum­bre, podremos permanecer alerta a las oportunida­des. Y, cuando nuestro estado de preparación se encuentre con la oportunidad, la solución apare­cerá espontáneamente.
Lo que resulta de esto es lo que denominamos comúnmente "buena suerte". La buena suerte no es otra cosa que la unión del estado de prepara­ción con la oportunidad. Cuando los dos se mez­clan con una vigilancia atenta del caos, surge una solución que trae beneficio y evolución para no­sotros y para todos los que nos rodean. Ésta es la receta perfecta para el éxito, y se basa en la ley del desapego.

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