TODOS DEBEMOS TENER NUESTRO RINCÓN DE PENSAMIENTO

martes, 1 de febrero de 2011

RESUMEN Y CONCLUSIÓN

La mente universal es la coreógrafa de todo lo que sucede en miles de millones de galaxias y hace su trabajo con una precisión exquisita y con una inteligencia inquebrantable. Su inteli­gencia es máxima y suprema e impregna cada fi­bra de la existencia: desde la más pequeña hasta la más grande, desde el átomo hasta el cosmos. Todo lo que vive es expresión de esta inteligen­cia. Y esta inteligencia actúa a través de las siete leyes espirituales.
Si miramos cualquiera de las células del cuerpo humano, a través de su funcionamiento vere­mos la expresión de estas leyes. Cada célula, sea del estómago, del corazón o del cerebro, se origi­na en la ley de la potencialidad pura. El ADN es el ejemplo perfecto de la potencialidad pura; en rea­lidad, es la expresión material de ella. El mismo ADN que hay en todas las células del cuerpo, se expresa de diferentes maneras para cumplir los requisitos particulares de cada una.
Cada célula opera además a través de la ley del dar. Una célula vive y permanece sana cuando está en estado de equilibrio. Este estado es de rea­lización y armonía, pero se mantiene a través de un constante dar y recibir. Cada célula da y apo­ya a las demás, y a cambio recibe alimento de ellas. La célula permanece en estado de flujo dinámi­co, el cual jamás se interrumpe. En realidad, el flujo es la esencia misma de la vida de la célula. Y solamente manteniendo este flujo de dar puede la célula recibir y, por tanto, continuar con su exis­tencia vibrante.
Las células ejecutan con suma perfección la ley del karma, porque incorporada en su inteligen­cia está la respuesta más apropiada, precisa y opor­tuna para cada situación que se presenta.
Las células también ejecutan con suma per­fección la ley del menor esfuerzo: cumplen su tra­bajo con tranquila eficiencia, en un estado de so­segada vigilancia.
Por medio de la ley de la intención y el deseo, cada intención de cada célula utiliza el infinito poder organizador de la inteligencia de la natura­leza. Hasta una intención simple como la de metabolizar una molécula de azúcar desencadena inmediatamente una sinfonía de sucesos en el cuerpo para secretar las cantidades exactas de hor­monas en el momento preciso, a fin de convertir la molécula de azúcar en pura energía creativa.
Desde luego, cada célula expresa la ley del de­sapego. No se aferra al resultado de sus intencio­nes. No duda ni tropieza porque su comportamien­to es función de una conciencia centrada en la vida y en el momento presente.
Cada célula también expresa la ley del dharma.
Debe descubrir su propia fuente, el yo superior; debe servir a sus congéneres y expresar su talento único. Las células del corazón, del estómago, del sistema inmune, todas se originan en el yo supe­rior, el campo de la potencialidad pura. Y como están directamente enlazadas con ese computa­dor cósmico, pueden expresar sus talentos únicos con toda facilidad y conciencia atemporal. Sólo expresando sus talentos únicos pueden mantener tanto su propia integridad como la de todo el cuer­po. El diálogo interno de cada una de las células del cuerpo humano es: "¿Cómo puedo ayudar?" Las células del corazón desean ayudar a las célu­las del sistema inmune, y éstas desean ayudar a las del estómago y a las de los pulmones, y las células del cerebro se dedican a escuchar y ayu­dar a todas las demás. Cada una de las células del cuerpo humano tiene solamente una función: ayudar a todas las demás.
Observando el comportamiento de las células de nuestro cuerpo, podemos ver la expresión más extraordinaria y eficiente de las siete leyes espiri­tuales. Ésa es la genialidad de la inteligencia de la naturaleza. Son los pensamientos de Dios; lo de­más son sólo detalles.

Las siete leyes espirituales del éxito son princi­pios poderosos que nos ayudarán a alcanzar el do­minio de nosotros mismos. Si prestamos atención a estas leyes y ponemos en práctica los ejercicios propuestos en este libro, veremos que podremos hacer realidad cualquier cosa que deseemos - toda la abundancia, todo el dinero y todo el éxito que deseemos. También veremos que nuestra vida se volverá más alegre y próspera en todo sentido, porque estas leyes también son las leyes espiritua­les de la vida, aquéllas que hacen que vivir valga la pena.
Existe una secuencia natural para aplicar es­tas leyes en la vida diaria, la cual puede ayudar­nos a recordarlas. La ley de la potencialidad pura se experimenta por medio del silencio, de la medi­tación, del hábito de no juzgar, de la comunión con la naturaleza, pero es activada por la ley del dar. El principio consiste en aprender a dar lo que se busca. Así es como uno activa la ley de la poten­cialidad pura. Si buscamos abundancia, demos abundancia; si buscamos dinero, demos dinero; si buscamos amor, aprecio y afecto, aprendamos a dar amor, aprecio y afecto.
Por medio de nuestros actos en la ley del dar, activamos la ley del karma. Si creamos un buen karma, éste nos facilitará todo en la vida. Nota­remos que no necesitamos mayor esfuerzo para satisfacer nuestros deseos, lo cual nos lleva auto­máticamente a comprender la ley del menor es­fuerzo. Cuando todo ocurra con facilidad y sin esfuerzo, y todos nuestros deseos se cumplan sin cesar, espontáneamente comenzaremos a com­prender la ley de la intención y el deseo. Cuando nuestros deseos se cumplan sin esfuerzo, nos será fácil practicar la ley del desapego.
Por último, cuando comencemos a compren­der todas estas leyes, comenzaremos a concentrar­nos en nuestro verdadero propósito en la vida, lo cual lleva a la ley del dharma. A través del uso de esta ley, expresando nuestros talentos únicos y sa­tisfaciendo las necesidades de los otros seres hu­manos, empezaremos a crear lo que deseemos, cuando lo deseemos. Nos volveremos despreocu­pados y alegres, y nuestra vida se convertirá en la expresión de un amor sin límites.

Somos los viajeros de una travesía cósmica -­polvo de estrellas danzando y girando en las corrientes y los torbellinos del infinito. La vida es eterna, pero las expresiones de la vida son efíme­ras, momentáneas, transitorias. Siddharta Gauta­ma, el Buda, fundador del budismo, dijo una vez:

Esta existencia nuestra es tan transitoria como las nubes del otoño.
Observar el nacimiento y la muerte de los seres es como mirar los movimientos de una danza. Una vida es como un relámpago en el cielo, que se desliza veloz como un torrente por la pendiente de una montaña.

Nos hemos detenido momentáneamente para encontrarnos unos a otros, para conocernos, amar­nos y compartir. Este es un momento precioso, pero transitorio. Es un pequeño paréntesis en la eternidad. Si compartimos con cariño, alegría y amor, crearemos abundancia y alegría para todos. Y entonces este momento habrá valido la pena.


 DEEPAK CHOPRA

SOBRE EL AUTOR


Deepak Chopra es un líder de talla mundial en el campo de la medicina de la mente y el cuerpo y del potencial humano. Ha escrito once libros, varios de los cuales han sido éxitos de li­brería, entre ellos, Ageless Body, Timeless Mind; Quantum Healing; y Creating Af fluence. También ha producido un sinnúmero de programas de audio y vídeo para promover la salud y el bienestar. Sus libros se han traducido a más de veinticinco idio­mas, y ha dado conferencias en América del Nor­te, América del Sur, la India, Europa, el Japón y Australia. Actualmente es director ejecutivo del Instituto de Medicina de la Mente y el Cuerpo y del Potencial Humano, en Sharp HealthCare, San Diego, California.

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