Muchos entrenadores cargan durante toda su carrera con un estereotipo. Fabio Capello, por poner un ejemplo, fue y es tildado de defensivo, al igual que Jose Mourinho. Sin embargo, el Real Madrid del luso lleva ya más de 101 goles en lo que va de temporada. A pesar de todo, Mourinho sigue soportando un adjetivo que dista mucho de la realidad. El portugués es, sobre todo, un entrenador que se adapta a los jugadores. En el Oporto jugó con Deco, Derlei o McCarthy juntos. En el Chelsea con Lampard, Drogba o Robben. Jugadores nada defensivos. En el Inter, más de lo mismo. Diego Milito, Pandev, Sneijder y Eto’o compartieron un ataque que alcanzó el triplete el año pasado.
Todo lo contrario ocurre con Arsene Wenger. El entrenador del Arsenal, adalid del buen juego, se quitó la careta en el Camp Nou. No pudo ser más arcaico: diez tipos defendiendo detrás de la pelota. Esa fue su única táctica para intentar parar al Barcelona de Guardiola. Mourinho, sin ir más lejos, fue criticado el año pasado por meter a Eto’o de lateral en la vuelta en el Camp Nou en las semifinales de la pasada Champions. Wenger tiró piedras contra su propio tejado. Intentó convertir a Nasri o Cesc en ‘stoppers’ para las subidas de Alves o las de Iniesta o Xavi. Imposible. Nasri es un jugador para atacar, no para defender. Lo mismo sucede con Cesc. El Arsenal, que durante los últimos años había crecido alrededor del mito de ser el equipo que mejor fútbol práctica en Europa, destruyó toda su imagen en noventa minutos. Ni un solo tiro a portería en el Camp Nou. Guardiola llevaba razón tras el partido cuando dijo que “el Arsenal fue incapaz de dar tres pases seguidos”.
Gran parte de culpa la tuvo Wenger. En 2010 ya jugó así en el Camp Nou, a pesar de que el empate a cero no le valía. El resultado fue 4-1 con cuatro goles de Messi. En la última eliminatoria, Wenger radicalizó todavía más su postura. ‘Catenaccio’ puro y duro en busca de un milagro imposible: intentar que el Barcelona no marcara. Seguramente Florentino Pérez, que vio cómo varias veces Wenger le dio portazo se ha haya sentido aliviado. El entrenador del Arsenal no es para tanto. Ganó títulos cuando tenía a los mejores: Pires, Henry, Wiltord, Vieira… Todos ellos en su plenitud. Ahora, con los chavales, es incapaz de ganar títulos. Wenger no hace milagros y, tal vez, no sea tan buen entrenador como todo el mundo piensa. Es cierto que siempre tiene al Arsenal entre los cuatro mejores de la Premier, pero no siempre los ‘gunners’ juegan bien al fútbol. Los resúmenes tienen gran parte de culpa. El Arsenal, como casi todos los equipos del mundo, salvo el Barcelona, alterna buenos partidos con malos. Estos últimos, siempre ante los grandes equipos de la Premier o de la Champions. El mito Wenger comienza a derrumbarse.
Pero hay vida más allá de la Champions League. No todo es el brillo de la máxima competición europea. Debemos mirar hacia otro lado, a los ‘sotanos’ del fútbol español, que actualmente está viviendo un auténtico drama. El Rayo Vallecano es la punta del iceberg de un problema que amenaza a más equipos (en Tercera y Segunda B es una pandemia). El problema del Rayo no está solo en los jugadores. Los jardineros, utilleros, personal de taquilla… Todos ellos también cobran de la familia Ruiz Mateos. Algunos llevan ya casi un año sin ver un euro. Debemos hacer una reflexión muy profunda sobre nuestro fútbol. Las llegadas de jeques o Alis parecen un remiendo a un problema que debe tener otras soluciones. ¿Qué pasará si el jeque se va del Málaga? ¿Quién se hará cargo de las fichas de Pellegrini, Baptista o Demichelis? En el fútbol, los proyectos a corto plazo terminan con los equipos en Segunda B. ¿Se acuerdan de Piterman? Hasta se le permitió ejercer de entrenador en varios partidos a pesar de no tener el carnet. Lo dicho.
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